Hay un monstruo clavado en mi clavícula, que por un lado ahoga mis palabras entre sus manos y por otro me mira con cierta intimidad y agresividad, disfrutando de su momento de superioridad, dejándome sin poder de decisión y presionando el dolor que siento entre mis silencios.
Me desvanezco durante unos minutos, deseando que termine su sucia jugada y poder separarme de él, irme de su lado y romper a llorar en mi soledad.
Me alimento de la rabia que transmito por lo poros de mi piel, y entre pesadillas corro por un
bosque cubierto de sombras que bloquean cada paso que doy y de repente noto como el monstruo me levanta bruscamente del suelo, me grita, me escupe e intenta anularme completamente.
Sin darme cuenta noto como una herida corrompe mi mente, son sus palabras llenas de odio que maltratan mis sentidos, destruyen los cimientos de mis pensamientos y de sueños futuros.
Con la poca fuerza que me queda en mis manos, le empujo como puedo y me escapo dejando la puerta atrás.
Pasa un tiempo más que necesario, bloqueando sus llamadas día tras día, hasta que mi cabeza decide tomar esa decisión definitiva que cambiará totalmente mi vida, mi nueva vida. Se vuelve a poner en contacto conmigo y una presión en el estómago intenta estrangularme, pero no dejo que el miedo devore mis sentidos y me nuble otra vez la vista.
Quedamos, me mantengo fría y distante, él se muestra débil, arrepentido y suplica que le de otra oportunidad, pero ya no hay opción de recuperar algo que ya esta roto por su culpa, me armo de fuerza y le digo firmemente que jamás volvería con una persona cómo él, que me había destrozado tanto por fuera como por dentro, que no daba más oportunidades (no era la primera, ni la segunda vez que lo hacía) a alguien que me había maltratado y me había hecho tanto daño.
Por suerte, no insistió más y me dejó libre, digo por suerte, porque otras en mi situación no han podido tomar esa decisión, o recuperar la fuerza para cambiar sus vidas, o simplemente no han podido recuperarse a ellas mismas, así que por ellas y por nosotras, alzo la voz, para deciros que todo puede cambiar, mi grito de esperanza fue el comienzo de un largo camino por recorrer.
Volvamos a empezar.